La veías los mediodía de primavera frente a la Cañada, sentada en una banqueta contra el muro, la canasta llena en el suelo. De lejos, su aspecto era bonachón. Al escuchar su pregón: “-¡Vendo papas de hortensia!” la gente se le arrimaba pero su falta de higiene y sus modos torpes, le obligaba a tomar distancia. Las papas y papitas que vendía nadie las reconocía como de hortensias. No se sabía bien de que plantas eran. Los transeúntes dejaban unas monedas al lado de la canasta. Sin agradecer, ni sonreir, miraba para otro lado. Se contaba en el barrio que, algunas veces la policía la retenía en la comisaría por escándalo público, pero la soltaban enseguida porque se quitaba la ropa diciendo groserías. Su falta de simpatía con la gente fue histórica. Así pasó a la fama la iracunda Papa de Hortensia, curiosamente contrapuesta al sentido de la exitosa revista de humor cordobesa, así llamada, de Alberto Cognigni. Artista plástica: María Laura Castro Vázquez Narradora: Laura Vázquez Cab