“Las casas bien” tenían placa de bronce al costado de la puerta de entrada, indicando el nombre del dueño de casa y su profesión: abogado, médico, dentista, ingeniero, etc. También aparecían pegados en la puerta unos avisos de papel que decían: “Se necesita mucama” o “Se necesita cocinera”. Siempre había en el domicilio alguna del binomio. La cocinera hacía desde la mazamorra hasta los pastelitos, cuando sabía hornear pan, era la mejor, su trabajo era el más permanente. La mucama era más volátil, como el plumero, ágil y enterada de los conflictos de la familia. Hacía la limpieza general de la casa y ponía las mesas de almuerzo, té y cena. De la mesa del desayuno se encargaba la cocinera. La mucama tenía más contacto con la calle, atendía el timbre de la puerta y pispiaba afuera.
El uso de la denominación de estos empleos se fue modificando al paso del tiempo, adquiriendo más prestigio y reconocimiento: de siervas, fámulas, sirvienta, muchacha… al fin ahora, empleadas.
La mucama-cocinera formaba parte de la familia compartiendo sus gustos y modas. En las familias “parvenu” (advenedisos o nuevos ricos) el servicio doméstico incorporaba más empleados.
El uso de la denominación de estos empleos se fue modificando al paso del tiempo, adquiriendo más prestigio y reconocimiento: de siervas, fámulas, sirvienta, muchacha… al fin ahora, empleadas.
La mucama-cocinera formaba parte de la familia compartiendo sus gustos y modas. En las familias “parvenu” (advenedisos o nuevos ricos) el servicio doméstico incorporaba más empleados.
Artista plástica: María Laura Castro Vázquez
Narradora: Laura Vázquez Cabanillas