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El Hombre de La Sombra

Walter nació en 1928. A los 7 años se instaló con sus padres en el Cerro de las Rosas, al lado donde años después se levantaría la gran antena de Canal 12. En sus lecturas, queda “buceando” en Leibnitz, filósofo y matemático alemán (…“la sustancia de lo existente son las operaciones que se realizan tanto en los cuerpos, como en el espíritu”…). De Pascal le fascina la geometría proyectiva: las rectas, los vértices, las intersecciones, los conos desplegados, el logro del Hexagrama Místico. Queda atrapado en ellos…Vereda y calle inmediatas a su casa*, se convierten en su campo de experiencias. Su cuerpo y la sombra que éste proyecta. El otro “él”: plano, transparente e inmaterial. Su sombra propia y la arrojada en el plano horizontal, estudiadas por Leonardo de Vinci. Cuando el tiempo se lo permite, desde temprano hasta el atardecer, sale y comienza sus circuitos: hacia delante, de espaldas para seguir el trazado y ver la proyecciónes de su cuerpo y su sombra. Los cálculos se cumplen, los circuitos se cierran, ahora puede musitar sus coplas preferidas, de Manrique:

cómo se pasa la vida
cómo se viene la muerte
tan callando…

Su último deseo del día: “¡Que mañana brille el sol…!”

Artista plástica: María Laura Castro Vázquez
Narradora: Laura Vázquez Cabanillas

* “Este lugar es la parte más alta de Córdoba…” Tobi, periodista de Canal 12.

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La Pelada de la Cañada

La leyenda cuenta de un fantasma más escuchado (llantos) que visto. Aparecía en las noches por las cercanías del Abrojal, hoy B° Guemes. Los que la vieron, la describieron como una mujercita vestida de blanco que se encogía y estiraba, deslizándose rápidamente de un lado a otro. Cuando dejaba caer su manto se veía su pelada lustrosa y rostro de calavera. Se arrimaba a los hombres solitarios que transitaban por las veredas, a medias iluminadas, y les decía un estribillo: - “Quico, llamalo a Perico, Caco, llamalo a Don Marcos..” Para luego escurrirse rápidamente. Como en toda leyenda hay señales interpretables de una configuración socio-cultural de la ciudad en esa época: -La figura de la mujer desvalida. -El señalamiento de la costumbre masculina de andar de noche “calaveriando”. -El temor de las secuelas de epidemias como el tifus que azolaban la ciudad.-El estribillo que parece una burla de las ordenes dadas por madres o patronas en sus casas o negocios. -La mendicidad, como coro

La Papa de Hortensia

La veías los mediodía de primavera frente a la Cañada, sentada en una banqueta contra el muro, la canasta llena en el suelo. De lejos, su aspecto era bonachón. Al escuchar su pregón: “-¡Vendo papas de hortensia!” la gente se le arrimaba pero su falta de higiene y sus modos torpes, le obligaba a tomar distancia. Las papas y papitas que vendía nadie las reconocía como de hortensias. No se sabía bien de que plantas eran. Los transeúntes dejaban unas monedas al lado de la canasta. Sin agradecer, ni sonreir, miraba para otro lado. Se contaba en el barrio que, algunas veces la policía la retenía en la comisaría por escándalo público, pero la soltaban enseguida porque se quitaba la ropa diciendo groserías. Su falta de simpatía con la gente fue histórica. Así pasó a la fama la iracunda Papa de Hortensia, curiosamente contrapuesta al sentido de la exitosa revista de humor cordobesa, así llamada, de Alberto Cognigni. Artista plástica: María Laura Castro Vázquez Narradora: Laura Vázquez Cab

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